Valor agregado ambiental

Por Pablo Tittonell

Existe a nivel internacional una creciente tendencia hacia lo que se denomina el consumo responsable, que se verifica tanto en los países desarrollados como entre las clases medias y altas de los países emergentes. Las siguientes son algunas de las señales claves a tener cuenta:

  • El crecimiento sostenido de demanda por productos y cadenas equitativas (p.ej. Fair trade), productos amigables con la conservación de la biodiversidad (p.ej. Birdlife International), productos con huellas de carbono reducidas (p.ej. CO2-Neutral; Climate-Smart) o con bajo impacto ambiental (p.ej. Responsible soybean), productos que aseguran el bienestar animal (p.ej. Grass-fed beef; Free-range chicken), etc. Es probable que estos estándares no tarden en masificarse, influyendo sobre las políticas alimentarias de los países y sobre los mercados internacionales, como ya ha ocurrido en el pasado.
  • Actualmente, la lista de productos agroquímicos biocidas (comúnmente denominados pesticidas) aceptados en la Unión Europea o en Japón, así como los niveles de tolerancia para la presencia de principios activos de pesticidas en las aguas superficiales, son mucho más restringidas que en la Argentina.
  • Holanda, el segundo importador mundial de soja luego de China, ha decidido lanzar una política de subsidios para la producción de granos proteaginosos en su territorio, a fin de reemplazar gradualmente la importación de soja para la alimentación animal.
  • Como indicadores indirectos de cambios en la demanda de alimentos, las ventas de productos certificados como ‘naturales’, libres de OGMs u orgánicos han crecido sostenidamente a tasas superiores a dos dígitos durante la última década en EUA, Europa y China.
  • El área destinada a la producción orgánica certificada en China es desde 2012 mayor que aquellas de Alemania y Francia juntas.

Etcétera. Estas tendencias no deben ser ignoradas. Argentina, por su capital social y natural, se encuentra en una situación inigualable para adaptarse a estos cambios en las demandas globales. Un cambio en el paradigma productivo, basado en una transición gradual pero sostenida hacia una intensificación ecológica (Doré et al., 2011) de los sistemas agropecuarios del país, contribuirá no sólo a obtener mayores ingresos de divisas internacionales en el futuro sino a una mejor calidad de vida de los habitantes de nuestros territorios.

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