Por Carolina Sasal
La mayoría de las metodologías que utilizamos actualmente para caracterizar la fertilidad de los suelos en producción y su aptitud para distintos usos data de varias décadas atrás. Hoy hemos tecnificado estas mediciones con el uso de sensores y diversos software de análisis de datos que nos permiten gestionar más y mejor información. Sin embargo, gran parte de estas tecnologías se basan en los mismos principios que siguieron los investigadores de la ciencia del suelo en el siglo pasado. En este sentido, la metodología del perfil cultural constituye un caso paradigmático por la simpleza de sus requerimientos para el estudio del suelo. Consiste en una descripción morfológica de la estructura de suelos laboreados, basada en la observación visual de un perfil y en la resistencia que ejerce el suelo a un cuchillo de campo.
Perfil Cultural
El concepto de Perfil Cultural fue propuesto en 1969 en Francia por Henin y colaboradores para analizar los efectos de la labranza y la compactación sobre el desarrollo vegetal. Desde entonces, lograr diferenciar visualmente, describir y ubicar las distintas estructuras presentes en el perfil de suelo, clasificarlas por las características macroscópicas que le imprimen los sistemas de cultivo y mapearlas son algunas de las ventajas comparativas de esta metodología. Además, su utilización elimina el disturbio que genera un muestreo o un tamizado y es independiente de la humedad del suelo al momento de la medición. Por esto, ha sido implementada por investigadores en todo el mundo para el estudio del impacto de estructura del suelo sobre la producción y el medioambiente.
Dadas las características tecnológicas de la agricultura del momento, la metodología se desarrolló para caracterizar sistemas de labranza convencional, donde los principales factores que influyen en la evolución de la estructura son: las herramientas de laboreo, el clima y la compactación. Sin embargo, desde 1980s hubo en el mundo un rápido incremento en los sistemas de labranza simplificados, principalmente la siembra directa o labranza reducida a los primeros 10 cm. En consecuencia, por más de 20 años la metodología del perfil cultural se ha aplicado también en sistemas sin labranza, donde los efectos de los residuos de cultivo, la macrofauna, el desarrollo de raíces y el clima son los factores condicionantes de la estructura. Así, nuevos criterios inicialmente no propuestos en la metodología se fueron incorporando.
Reunión de especialistas para adaptar y unificar la metodología del perfil cultural
En 2014, la Organización Internacional para la Investigación de Suelos y Labranzas (ISTRO) realizó una reunión de especialistas en Maringá, Brasil, sobre metodologías de examinación visual y evaluación de la estructura de suelo (VSEE) y compactación, donde se acordó la necesidad de adaptar la metodología del perfil cultural a situaciones sin laboreo. En 2015 se realizó un seminario en Lyon, Francia, con especialistas en esta metodología provenientes de una amplia gama de ambientes para unificar los diversos intentos de adaptación de la metodología, mediante una aproximación participativa. Se seleccionaron sitios de Francia, Brasil y Argentina para la comparación entre la metodología tradicional y la adaptada y durante un año se realizaron observaciones de campo y trabajo experimental en diferentes sistemas de cultivo, tipos de suelo y condiciones climáticas en los tres países.
La experiencia Argentina de adaptación de la metodología del perfil cultural
La experiencia Argentina en particular se desarrolló en 2 sitios que presentaban experimentos de larga duración, ubicados en la Estación Experimental Agropecuaria Paraná-INTA (Entre Ríos). En el sitio 1 se realizó una comparación entre suelo laboreado y siembra directa de 17 años y en el sitio 2 se comparó la situación bajo siembra directa de monocultivo de soja y rotación maíz-trigo/soja de 7 años. Los resultados de este trabajo de comparación de situaciones con la metodología original y la adaptada a siembra directa fueron publicados en un número especial de la revista Soil and Tillage Research (Boizard et al. 2016) http://dx.doi.org/10.1016/j.still.2016.07.007.
Los cambios más destacables de la nueva metodología son:
i) la inclusión de un índice denominado b1 cuando hay presencia de macroporos visibles y b2 cuando hay deyecciones, raíces o signos de actividad biológica actual presentes en cualquier tipo de estructura, y
ii) un tipo de estructura adicional denominado R (platy soil structure) caracterizado por una red de fisuras horizontales, diferenciándose así de la estructura masiva que posee fisuras en cualquier sentido.
Aportes y reflexiones
Independientemente de los experimentos analizados, la metodología permitió diferenciar tratamientos y proveer información útil para entender el origen de las estructuras encontradas. Para los tratamientos evaluados se mejoró la descripción y diferenciación de los tipos de agrietamiento y consecuentes estructuras, además de los efectos de las raíces y la actividad de la fauna en la generación de poros y fisuras en el perfil del suelo.
Utilizando esta adaptación de la metodología, se pudieron caracterizar los cambios en la estructura del suelo en la Pampa Húmeda Argentina bajo siembra directa y su efecto sobre el escurrimiento superficial (http://dx.doi.org/10.1016/j.still.2016.08.014). Particularmente, se mostró la importancia de la formación de estructura laminar vinculada a la duración de siembra directa y a la intensificación de los sistemas de cultivo sobre la dinámica del agua. Estos resultados conducen a promover la cobertura del suelo y a diversificar los cultivos para reducir el impacto ambiental.
También, se avanzó en la comprensión del origen de la estructura laminar bajo siembra directa (http://dx.doi.org/10.1016/j.still.2016.08.017). Se identificó que el tránsito de maquinarias y la cobertura de rastrojos, componentes principales de cualquier sistema en siembra directa, no son los factores determinantes de la formación de la estructura laminar y que la alternancia de ciclos de humedecimiento y secado causa la fisuración de espesores compactados, generando un incremento en la porosidad en sentido horizontal cerca de la superficie del suelo.
La adaptación de una metodología de evaluación de suelos tan probada y reconocida como la del Perfil Cultural, permite una descripción más precisa del estado estructural de suelos bajo siembra directa. La potencialidad de esta metodología se ha incrementado al capitalizar el conocimiento acumulado de casi 5 décadas de uso continuado e integrar el efecto de la actividad biológica y de las condiciones climáticas sobre la evolución de la estructura del suelo sin laboreo.