¿Cómo perciben las poblaciones rurales los cambios climáticos? Los incendios en el noroeste de Córdoba, la sequía y las cenizas volcánicas en la estepa patagónica, las lluvias e inundaciones en el cordón hortícola de La Plata, Argentina y la deforestación en la amazonía colombiana tienen un denominador común: el aumento de los riesgos y la vulnerabilidad de los sistemas. ¿Cómo hacer frente a los riesgos y generar mejores condiciones de adaptación de las producciones hortícolas-ganaderas frente a los cambios climáticos? Ese fue el principal tópico que se analizó en el encuentro que reunió al equipo de gestión del Proyecto “Producción resiliente de alimentos en sistemas hortícolas-ganaderos de la Agricultura Familiar en regiones climáticamente vulnerables de Argentina y Colombia”.
Del 15 al 17 de octubre, los integrantes de los puntos focales de Argentina y Colombia se reunieron en la sede San Telmo del INTA Argentina, para avanzar en la ejecución del proyecto aprobado por el programa EUROCLIMA+ de la Unión Europea. La propuesta fue seleccionada entre más de 50 propuestas de América Latina y es ejecutada por el Instituto de Tecnología Agropecuaria de Argentina (INTA) y el Centro para la Investigación en Sistemas Sostenibles de Producción Agropecuaria (CIPAV) de Colombia.
El proyecto en cuestión busca aumentar la resiliencia y la capacidad de adaptación (agro-ecológica y organizacional) de sistemas de producción de alimentos con base hortícola y ganadera, y de los medios de vida de las familias rurales en áreas de elevada vulnerabilidad a los efectos negativos de la variabilidad del clima.
Medir los riesgos
¿Qué es un riesgo climático, cómo se percibe y de qué modo se puede medir? Iris Barth es geógrafa, trabaja en el INTA, conforma el equipo de gestión del proyecto y es la encargada de avanzar en la puesta en común de una metodología para análisis del riesgo climático: “en esta primera escala del proyecto nos proponemos compartir una metodología para los talleres que realizaremos en cada uno de los puntos focales de Patagonia, Córdoba, La Plata y Colombia”. El riesgo es el resultado de la interacción entre la exposición y la vulnerabilidad de un sistema frente a un peligro (una amenaza climática). Por ejemplo, riesgo de escasez o abundancia de agua para los sistemas hortícolas-ganaderos de la AF, de inseguridad alimentaria para las comunidades, de extinción de especies para la biodiversidad.
El peligro, en tanto es la apariencia potencial de un evento puntual o una tendencia física relacionada con el clima o los impactos físicos de éste que puede causar pérdidas de vidas, lesiones u otros efectos negativos sobre la salud, daños y pérdidas en propiedades, infraestructuras, medios de subsistencia, prestaciones de servicios, ecosistemas y recursos ambientales. Por ejemplo, un evento climático con precipitaciones intensas y tormentas; una tendencia climática, con menos agua de deshielo y aumento de la temperatura promedio; un impacto físico directo, como una inundación.
La exposición, por su parte, se define como la presencia de personas, medios de vida, especies o ecosistemas, funciones, servicios y recursos ambientales, infraestructura o activos económicos, sociales o culturales en lugares y entornos que podrían verse afectados negativamente.
La vulnerabilidad, en tanto, es la predisposición a ser afectado negativamente. Comprende tanto la sensibilidad intrínseca al daño y además la falta de capacidad de respuesta y adaptación: la habilidad de las comunidades y las organizaciones de la agricultura familiar en cada territorio para prepararse y responder a impactos climáticos actuales y futuros.
En el Proyecto de Producción Resiliente de Alimentos, se proponen sistematizar los riesgos, porque del análisis conjunto con las organizaciones se podrán priorizar medidas de adaptación, de infraestructura, de manejo de recursos naturales, de instrumentos regulatorios y de estructura de incentivos locales que luego se pueden escalar a nivel municipal, provincial y nacional.